SENSACIÓN AGRIDULCE Y DESACUERDO TRAS LA REUNIÓN DE ESTADOS Y ORGANIZACIONES EN BONN

Sensación agridulce y desacuerdo tras la reunión de estados y organizaciones en Bonn (Alemania) para preparar la COP24 de Katowice (Polonia) a finales de este año.

Sensación agridulce en Bonn. Estas últimas dos semanas, representantes de estados, organizaciones intergubernamentales y sociedad civil se reunieron en la antigua capital de Alemania Occidental para tratar de trazar un documento de negociación para la COP24, que se celebrará en Katowice (Polonia) a finales de este año. Sin embargo, los participantes no se han puesto de acuerdo, por lo que se ha programado un encuentro extraordinario en Bangkok (Tailandia) para el mes de septiembre. Será la última oportunidad de llegar a la cumbre polaca con alguna posibilidad de que el Acuerdo de París entre en funcionamiento antes de 2020. En palabras del director del Instituto Mundial de los Recursos, “2018 es el momento más crítico desde París en 2015”.

¿Por qué era Bonn una cita tan importante?

El Acuerdo de París proponía dos límites de calentamiento global. El absoluto, de 2ºC sobre niveles preindustriales, es un acuerdo de mínimos. A partir de esa temperatura, argumenta la comunidad científica, el cambio climático podría escapar a nuestro control, disparando ciclos de realimentación que lo hiciesen acelerar cada vez más, independientemente de los recortes de emisiones que llevásemos a cabo. Lo ideal, según los firmantes del tratado, sería mantener el calentamiento por debajo de 1,5ºC, lo que evitaría los peores augurios para países como Maldivas, Kiribati o Tuvalu, que en cualquier otro escenario estarían condenados a desaparecer físicamente. Sin embargo, y según un informe de las Naciones Unidas, para conseguir esto no queda más remedio que poner en marcha medidas a gran escala antes de 2020. En un año y medio, el Acuerdo de París ya debe estar en funcionamiento.

Para conseguirlo, es imprescindible que se acuerde una hoja de ruta en Katowice. Y eso no será posible si antes no se tiene un documento sobre el que negociar. Eso es, precisamente, lo que se trataba de conseguir en Bonn.

¿Y qué ha pasado?

Que no se ha conseguido redactar el documento. Así, aunque la máxima responsable de cambio climático de las Naciones Unidas, la mexicana Patricia Espinosa, haya calificado la cita como “satisfactoria”, lo cierto es que los asistentes no han cumplido su objetivo. Por ello se ha programado una semana extra de negociaciones en Bangkok en septiembre. Esa será la última bala de un cartucho que puede significar la vida o la muerte para países enteros.Esto no significa que no se vaya a conseguir, tan sólo que queda menos tiempo.

La primera semana comenzó ya movidita, con el secretariado de Espinosa publicando el primer informe anual de su historia, en el cual dejaban para el final un aviso a navegantes: Los países no están cumpliendo sus obligaciones financieras para con el cuerpo climático de la ONU, que ya acumula una deuda de 5,7 millones de euros.

También al principio de la cita llegaron noticias de la pugna de poder en la presidencia de la COP24. El anterior ministro de Medio Ambiente del país, Jan Szyszko, había sido nombrado inicialmente para ese cargo, pero fue destituido tras el escándalo de la tala del bosque de Balowieza. Szyszko denunció irregularidades en su destitución y la designación de su sucesor, el economista Michal Kurtyka, que ejerce el rol equivalente a secretario de Estado en el Ministerio de Energía. No parece que la cosa vaya a pasar de ahí, pero las diferencias ideológicas entre Szyszko, de la vieja guardia nacionalista, y Kurtyka, más cosmopolita, pueden ser muy importantes llegado el momento.

Cuestión de dinero

Uno de los temas más espinosos del encuentro ha sido el financiero. El desencuentro se ha dado a varios niveles, resaltando las fracturas entre los países ricos y los pobres. En particular, el grupo de negociadores africanos, liderado por Egipto, ha reclamado una mayor responsabilidad económica por parte de los países más desarrollados a la hora de invertir en adaptación a los peores efectos del cambio climático. Esta ayuda, piden los países africanos, debe ser pública y no simplemente en forma de apoyo a empresas privadas. La petición pide a los países ricos “que dejen de hacer promesas y estén a la altura de las ya hechas”.

En otro ejemplo, varios representantes de países en riesgo directo por la subida del nivel del mar y los huracanes pedían que los países con más responsabilidad sobre el cambio climático paguen la parte que les corresponde para ayudarles a adaptarse. Lo hacían negociadores y políticos de Dominica, Seychelles, Bangladesh y Vanuatu en una columna publicada en el medio británico Climate Home News.

Otra cuestión monetaria es la planteada por la retirada de Estados Unidos del Acuerdo de París. Por ahora, gran parte de la cuenta climática internacional era asumida por Washington, pero es muy probable que otros países desarrollados tengan que arrimar el hombro en los próximos años. ¿Estarán a la altura?

Quienes no están a la altura, de acuerdo con el think tank E3G, son los bancos de inversión al desarrollo, y especialmente el Banco Europeo para la Reconstrucción y el Desarrollo. Sus inversiones, denuncia un informe de la organización publicado el miércoles, no están “alineadas con los objetivos de París”.

Forma y fondo

La manera en que cada país informa de sus compromisos y sus emisiones también ha sido un punto de fricción en Bonn. Países como Turquía (uno de los más reticentes a dejar de quemar carbón) piden que las declaraciones sean confeccionadas de forma totalmente independiente, tanto en forma como en contenido. Es decir, que cada país informaría de sus emisiones y sus compromisos según sus propias normas. Otros, como China e India, piden que se incluya la responsabilidad histórica en los compromisos climáticos. Y los países más ricos exigen uniformidad y que los compromisos nacionales sean cuantificables.

Conflicto de interés

Otro de los temas que ha enfrentado a países ricos y pobres ha sido el de los conflictos de interés. Los países menos industrializados, en particular los africanos, quieren restringir a las empresas de los combustibles fósiles que participen en las cumbres. Los países ricos no están dispuestos a aceptar esta prohibición, argumentando que es mejor trabajar juntos que excluir a la industria. Dos países que se resisten a dejar el carbón, Estados Unidos y Polonia, abanderan esta postura. Otros, como Arabia Saudí, son parte interesada, al tener el gobierno el control absoluto de Saudi Aramco, una de las mayores compañías petroleras del mundo. Este es un punto que no ha quedado claro, y tendrá que seguir siendo discutido en la reunión de Bangkok.

Como novedad, y aprovechando su presidencia, el país oceánico de Fiji organizó unas sesiones de negociación informal, bajo el nombre de Talanoa, una forma narrativa tradicional del Pacífico, en la cual se usan técnicas colaborativas y no-confrontacionales para tratar de llegar a un consenso. La idea era conseguir un incremento en la ambición de los países participantes, de forma que el calentamiento no sobrepase 1,5ºC sobre niveles preindustriales.

La iniciativa fue recibida con entusiasmo tanto por la Unión Europea como por los países del Pacífico. Más fría fue su recepción por parte de los países en vías de desarrollo y China, que no ven cómo podrán traducirse en propuestas concretas.

Fuente: La marea

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